Abstract:
Conducir una organización deportiva en los tiempos actuales es una tarea ardua y compleja. Supone gerenciar capacidades, recursos y relaciones con alto sentido de adaptación sin ceñirse a paradigmas tradicionales debido a que todos los procesos que intervienen en un sistema deportivo están en permanente cambio según las exigencias que plantean los avances científico-técnicos y a las constantes transformaciones sociales, especialmente en fenómenos deportivos, tal como lo expresa Gómez (2017a, p. 36) cuando sostiene que el deporte es “… uno de los fenómenos sociales y culturales más importantes del nuevo milenio, tanto en su vertiente de espectáculo de masas como de práctica libre y voluntaria del ciudadano…”. Este enfoque resulta apropiado para comprender el compromiso que se adquiere al gerenciar el deporte y los límites dentro de los cuales se mueven estas organizaciones, que aunque difieren -según su finalidad- en su objetivo principal, en las actividades que desarrollan, en el nivel donde operan y en las entidades físicas que representan, coinciden en responder al fin superior de promover y desarrollar el deporte. Estos razonamientos también dejan su huella en la gerencia del deporte universitario, el cual debe conducir a la satisfacción de las necesidades deportivas de los miembros de la comunidad universitaria, estimando políticas y programas acordes a las necesidades reales, garantizando atención integral al deportista universitario y manteniendo relaciones con el entorno académico. Total, un modelo de gestión del deporte universitario que preste un servicio eficaz y eficiente a toda la comunidad universitaria para la promoción y desarrollo del deporte mediante procesos participativos, ya sean hacia la recreación, hacia la formación o hacia la competición. Por tanto, saber administrar, dirigir, gestionar el deporte universitario en el contexto de la sociedad actual exige un gerente con el conocimiento necesario para el ejercicio del rol, el cual debe ser adquirido en la academia y producto también de la experiencia en el deporte, para que luego pueda ser desarrollado, distribuido, utilizado, preservado, medido. En resumidas cuentas, el conocimiento es “una capacidad humana, basada en la experiencia, que tiene como fin transformar la información en decisiones y acciones concretas” (Santillán, 2010, p. 23), razón por la cual debe ser debidamente gestionado para que sea transferido y utilizado por otras personas. Adicionalmente, la práctica gerencial debe complementar este conocimiento con un conjunto de competencias, que en sí mismas son habilidades blandas para resolver con eficacia y autonomía diversas situaciones -que en ocasiones implican riesgos e incertidumbre- basadas en las mejores decisiones (Beneitone, 2007, citado por Domínguez, 2018). Significa entonces, una gerencia del deporte universitario fundamentada en un saber qué (conocimiento) y en un saber cómo (competencias) en un mundo globalizado, cambiante y altamente competitivo. Así pues, si en un proceso gerencial se manejan aquellas complejidades que comúnmente encierra la dinámica deportiva como se ha venido señalando, las acciones de un gerente del deporte universitario deberán encaminarse en lograr el apoyo de terceras personas. A tal efecto, Rusque (2008) sugiere que un gerente debe tener la capacidad para coordinar las acciones del recurso humano y maniobrar con éxito la complejidad. En consideración a ello, debe ser buen negociador y poseer potencial de liderazgo, cuyas características están determinadas por entender el contexto local y global, dar un lugar central al recurso humano, tomar rápidas decisiones y poseer gran capacidad de trabajo. Se deduce entonces, que buena parte de las acciones gerenciales deben orientarse hacia el empleo de mecanismos que propendan a motivar, inspirar, incentivar, convencer, persuadir e influenciar a las personas, en otros términos a liderar el talento humano bajo su dirección, configurando sólidas relaciones para sumar esfuerzos en conjunto articulados con la filosofía organizacional. Son mecanismos que habitualmente se admiten como competencias gerenciales. En esta misma dirección, Aguilar (2014) sostiene que el manejo y la administración del talento humano es una responsabilidad en un gerente que pudiera no ser tan fácil, dado que en la personalidad de ese talento subyacen emociones, sentimientos, valores, actitudes, hábitos y costumbres, siendo imperativo la influencia que debe ejercer el gerente para alinear esos rasgos de personalidad -convertidos en comportamientos y acciones- con los objetivos y metas organizacionales.