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El 10 de agosto, con un evento que reunió a importantes políticos, académicos y ciudadanos que hacen opinión pública, el Congreso Nacional recordó la fecha en que hace 25 años, la dictadura militar entregó el poder al gobierno elegido meses antes, en una dura contienda electoral, de la cual, paradójicamente, la principal fuerza de oposición era la misma dictadura que la propiciaba. Dada la complejidad en la que ha devenido la vida nacional en estos veinticinco años, nos imaginamos que las entidades auspiciantes del evento, tuvieron más de una dificultad para configurar la agenda de discusión. Reflexionar sobre los partidos políticos y la participación ciudadana, fue acertado, pero no suficiente. Nos alegramos de que por lo menos el suceso no pasó desapercibido para el Congreso. Cumplir 25 años de vida constitucional, a pesar de los no pocos amagos de golpismo debió haber recibido muchísima más atención, de parte de la prensa, de las entidades académicas y educativas. Las conmemoraciones suelen ocupar por lo menos el año en que decurre el hecho motivo del recuerdo. En esta de los 25 años, posiblemente no haya mucho que celebrar, pero sin duda sí hay mucho por reflexionar. Estamos a tiempo para hacer de esta, una rica oportunidad para una profunda, sincera y pausada reflexión sobre los problemas que han quedado pendientes en estos veinticinco años de vida formalmente democrática. ¿Qué le debe realmente este azaroso período constitucional a la democracia? Uno de los grandes temas pendientes es, por supuesto, la organización política, en sus dimensiones de representación (partidos) y de participación (ciudadanía). Pocos recordarán la dura lucha de las fuerzas políticas durante los años setenta, contra una dictadura necia y ambivalente. Un nuevo espectro de partidos políticos resultó de esa dura contienda, una interesante convergencia entre nuevos y viejos líderes avizoraba tiempos de madurez política. Al final, las promesas se agotaron en el ejercicio del poder; se pulverizaron más tarde en los regionalismos y localismos, sobre todo en el “independientismo”. ¡Cada ecuatoriano una posición política! Ni bien alguien alcanzó un puesto en la legislatura, cambió de camiseta, se proclamó independiente. La oferta política fácil y la tendencia de los ecuatorianos al fatalismo en el voto irresponsable, han hecho de la política un asunto impredecible. Todo ello abonó el camino para que impere el “populismo cruel y salvaje”. La otra gran deuda de la democracia. Esa de la que no se habló en la conmemoración de los 25 años, es el no haber podido construir, ni en la Ley ni en la práctica, el control civil constitucional y democrático sobre los militares. La Constitución está plagada de connotaciones que dejaron las dictaduras. De conceptos falsos y obsoletos como los de la vieja doctrina de la seguridad nacional que intenta someter la sociedad al poder del Estado asumido como fuerza. De ambigüedades en el señalamiento de las misiones de la Fuerza Pública. Cuando la historia, la razón y la civilización exigen lo contrario: que la sociedad democratice al Estado, profesionalice a la fuerza señalando estrictamente sus misiones, y aprenda a resolver sus conflictos políticos de una manera independiente de la tutela militar. Abandonar este comportamiento, más cercano a las sociedades premodernas, y alcanzar niveles racionales de organización política, sometiendo la fuerza al derecho, requiere de grandes cambios. Una integración organizacional deficiente hace de las fuerzas armadas un mundo aparte, con sus propias atribuciones, con demasiados avances en campos que no competen a una institución militar moderna. Si es un mundo aparte, ¿Para qué servirá esta institución? ¿Servirá para el Estado y la Nación?, ¿Servirá sólo para sí misma? Este desafío requiere que la clase política de este país entienda la importancia que realmente tiene. Mientras no lo haga, no habrá institución que resista el oportunismo de cualquier caudillo con ínfulas de redentor. Tampoco podremos huir de aquel sino que Marx ironizó en El 18 Brumario de Luis Bonaparte: “La historia se repite, unas veces como tragedia y otras, como comedia”.