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Las noticias del último bimestre nos traen nuevamente la figura tutelar de los militares. Mientras la agenda noticiosa nos muestra los problemas de la frontera norte, tensiones diplomáticas con Colombia, los temas de refugiados, fumigaciones, incursiones de la guerrilla en territorio de nuestro país, llaman la atención dos acontecimientos no necesariamente desvinculados entre sí: la visita "a puerta cerrada" del alto mando militar al Presidente Palacio (agosto 8) y la visita (también en agosto) de representantes de las fuerzas militares acompañados de sus asesores legales, a la Comisión de lo Civil y Penal del Congreso Nacional para iniciar sus contactos, y tantear los terrenos legislativos para presentar las reformas legales que han venido preparando, también a "puerta cerrada" en estos últimos tres años. El primero de estos acontecimientos confirma la usual y recurrente relación existente entre un ejecutivo débil y un alto mando que lo tiene prácticamente acorralado. En el Ecuador la relación Ejecutivo-FFAA no tiene ni la más leve institucionalidad que nos haga recordar que, aunque sea ficticiamente, estamos en un Estado de Derecho. El Ministro de la Defensa suele sumarse al alto mando y funge como representante del estamento militar en las visitas "conminatorias" a la Presidencia, por uno u otro motivo. Olvida que una de sus funciones esenciales es conseguir el sometimiento de la fuerza militar, tradicionalmente movilizada por sus aspiraciones corporativas y particulares intereses, a la autoridad política, representada por las instituciones del Estado.