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Existen múltiples razones para que los agentes políticos de las naciones –partidos, líderes, movimientos políticos y ciudadanos- hoy en día, se interesen significativamente en los temas de la Seguridad / Inseguridad. Pero habitualmente no lo hacen a pesar de que la inseguridad es la mayor preocupación de los ciudadanos. Cuando esos líderes o partidos ganan las elecciones y acceden al poder del gobierno, al manejo de las políticas públicas, o, en el caso de los congresistas a la representación de los ciudadanos, es difícil que puedan responder adecuadamente a los intereses y necesidades de sus electores. Pero mucho más preocupante es el hecho que los líderes civiles cuando acceden al gobierno o a puestos de representación queden, precisamente en los temas de la Seguridad que ahora son mucho más complejos, a expensas del conocimiento y experticia de los militares, policías u otros cuerpos de seguridad a quienes, se supone, los políticos deben guiar, conducir y controlar. Policías, militares y cuerpos de seguridad son realmente especialistas en sus campos de acción, pero no conductores políticos. La visión y el discurso de los funcionarios civiles deben ser políticamente más estratégicos que la visión y discurso de quienes tienen que actuar frente a situaciones precisas, sin deliberar por las consecuencias políticas de una acción. Las consecuencias políticas van más allá de las responsabilidades constitucionales. Es que realmente, la inseguridad produce ingentes problemas sociales, especialmente relacionados con la delincuencia, que se concatenan entre sí. Y en la medida en que los gobiernos civiles no sean capaces de hacerles frente, con eficacia, la legitimidad de la democracia irá cediendo frente al autoritarismo. La falta de fe pública puede llegar al clamor por un liderazgo “fuerte”, dentro de un círculo vicioso en el que tal liderazgo fuerte lo único que hará es dar palos de ciego y descomponer todas las instituciones. Esto lo acaba de comprobar el estudio de la Universidad de Vanderbilt (proyecto LAPOP) de este año. Son preocupantes los rangos de población en América Latina que todavía están dispuestos a apoyar soluciones militares con la idea de que éstos resolverán los problemas de inseguridad y violencia.