La seguridad está llevando al Estado hacia cambios profundos, pero las élites políticas, policiales, militares y la propia sociedad, aún no advierten completamente esta transformación y los riesgos que implica. No solo la globalización por sí misma, sino los aspectos más inadvertidos de ella es lo que debe preocupar. Tales aspectos no son solamente los que provienen del crimen organizado en sus rasgos más superficiales de tráfico de estupefacientes, lavado, interdicción y encarcelamiento, que se suceden todos los días a través de los medios de comunicación y cuyas cifras espantan. Poco advertimos que actualmente no se trata solamente del narcotráfico, fenómeno al que se presta mayor atención, sino de la rápida criminalización de un sinnúmero de actividades que provienen de oportunidades específicas para obtener ganancias rápidas, aprovechando vacíos legales, espacios no gestionados, y responsabilidades no asumidas oportunamente. La debilidad institucional del Estado no solo proviene de la falta de normas y control de procesos, sino de la ausencia de coordinación e integración entre ellas y la introducción de reglas oportunistas para intereses de la misma laya. entre las marañas institucionales, viejas y nuevas, se pierde la legitimidad del Estado.