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Preguntado sobre si los cambios que se anuncian en el ejército tienen que ver con los resultados del proceso de paz (al punto en que han llegado en estos días), el Comandante de la Fuerza Terrestre responde en entrevista al diario El Tiempo que, en realidad, los vienen preparando desde hace unos cuatro años. En 2014 generaron las estructuras para pensar y planificar un ejército para el futuro; y también para apoyar las tareas del posconflicto a las que imprescindiblemente se enfrentarán el Estado y la sociedad colombianos. Preparar un cambio de esta naturaleza, inevitablemente necesita tiempo, conocimiento y sabiduría estratégica. Entender la lógica de una estructura jerárquica que viene desde la historia, mucho antes que la de la administración pública, como es la de la Iglesia y la de los ejércitos no es una tarea fácil. Sobre todo, entender que necesariamente tiene que ser jerarquizada porque debe resolver una misión esencial, apuntando todo el conjunto de tareas complejas exigidas por la división del trabajo, hacia un mismo objetivo. No puede haber muchas cabezas al mando porque se establecería un caos. No puede haber tantas ideologías y representaciones, sujetas al vaivén de las preocupaciones de los cortos alcances, como es el caso de la práctica política. Una característica que tienen estas organizaciones, según Drucker, el sociólogo que impulsó la revolución contemporánea de la administración, es su capacidad para adecuarse a los tiempos que corren en el plano de una realidad específica que es la de las relaciones internacionales. No son ellas las que se adecuan a las administraciones en curso, sino que son éstas las que suelen tomar de los ejércitos y de la Iglesia el pulso que se requiere para lograr las estabilidades que necesitan, indefectiblemente, las comunidades o sociedades para percibirse como seguras.