Abstract:
Al igual que en toda América Latina, las ciudades ecuatorianas han ido experimentado procesos muy fuertes de informalidad territorial urbana, relacionados con manejos electorales, especulación, mercado de suelo informal, y falta de capacidad técnica y de gestión de los gobiernos municipales. Este fenómeno, muy concentrado en las dos ciudades más grandes de Guayaquil y Quito desde los años setenta, dio un giro importante a partir de la relocalización de fuentes de trabajo hacia municipios medianos y pequeños en los años 90, que, en la actualidad, son los que presentan tasas de crecimiento más importantes.1 De la misma manera, esto ha significado una inversión de las proporciones entre población urbana y rural, con proyecciones que van entre el 62 y el 74% de población concentrada en ciudades en contraposición de un pasado principalmente rural y agrario.